Dermatitis atópica en adultos: qué es y cómo combatirla

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La dermatitis atópica es una enfermedad crónica de la piel que ocasiona picor e irritación. Afecta hasta a un 3% de la población adulta en España. Este trastorno cutáneo incide de la misma manera en hombres y mujeres. Esta enfermedad cutánea está estrechamente vinculada a factores medioambientales que agravarían los síntomas de la dermatitis.

Características de la dermatitis atópica

La dermatitis atópica en los adultos se manifiesta a partir de los 12 años. Produce eccemas o zonas ásperas en algunas partes de la piel, generalmente en rostro, cuello y brazos y está asociada a otras atopías. La atopía es un tipo de respuesta inmunitaria de trastornos alérgicos mediados por el efecto y acción de anticuerpos de inmunoglobulina E sobre las células. La dermatitis pertenece a la triada de enfermedades atópicas en conjunto con la rinitis y el asma.

Causas y factores de la dermatitis atópica

Puede ser consecuencia de lesiones de la infancia que reaparecen de nuevo con la edad. Su presencia se debe a factores genéticos, pero también ambientales. Dentro de los primeros encontramos a 2 grupos de genes, unos que se encargan de codificar las proteínas de la piel y otros que codifican las proteínas con las funciones inmunológicas. Si tus padres tienen dermatitis atópica (ambos), tus probabilidades de desarrollar la enfermedad son de 80%; la cifra se reduce en la mitad si solo uno de ellos la padece. También te contamos que, si tienes hijos, y los alimentas con leche materna hasta los 4 meses, tienen menos posibilidades de presentar la dermatitis.

La temperatura y el uso de productos muy fuertes para la piel pueden agravar los síntomas de la dermatitis atópica

Los factores ambientales aceleran la dermatitis atópica. Por ejemplo, sudoración excesiva a causa de las altas temperaturas o la actividad física; también la temperatura del agua durante los baños o duchas. Las personas con esta enfermedad no pueden utilizar lociones ni jabones fuertes e irritantes, pues esto también agrava la enfermedad. Misma situación con la ropa de lana o nylon que no permiten la transpiración adecuada.

También influye, por ejemplo, la exposición continuada al sol, que irrita la piel e, incluso, el descenso de las temperaturas porque produce sequedad.

Síntomas de la enfermedad

En el caso de los niños los síntomas se presentan en el primer año de vida, pudiendo aparecer hasta los 5. En los pequeños, la enfermedad puede desaparecer con la edad. Para los adultos es más complicado, pues se trata de una dermatosis grave. La dermatitis se caracteriza por la presencia de placas de eccema crónico, de color rojo; son gruesas y liquenificadas (engrosamiento de la piel) y, en ocasiones, se acompañan de pápulas.

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El prurito o picazón es siempre intenso y depende del paciente. Influyen el estado de ánimo, los patrones de sueño, las actividades que realiza, etcétera. A diferencia de los niños, la dermatitis atópica en los adultos predomina en las manos, rostro, párpados y pliegues del cuerpo; estos brotes pueden llegar a complicarse si hay inflamación que afecta a toda la piel.

Los brotes de la enfermedad (eccemas) pueden ir y venir. Un adulto puede presentarlos más en una estación del año en concreto e, incluso, si está bajo mucho estrés. El gran problema de esta enfermedad es que, cuando la persona se rasca mucho (los eccemas pican bastante), la piel se engrosa y atrofia y pueden aparecer otro tipo de infecciones y ampollas que, al reventarse, generan costras. Además, la piel suele cambiar de color, el contorno de la boca se torna blanco y, la mayoría de estos pacientes padece rinitis o asma.

Como ya adelantábamos, los factores ambientales pueden agravar los síntomas. Por ejemplo, ante alergia al polen, polvo, humedad o animales; pero también si se es alérgico a ciertos alimentos como huevos, pescados, leche o frutos secos. Durante el cambio de estación o si se cambia bruscamente de temperatura, ¡Incluso el viento puede agravarla! Los síntomas se hacen más palpables si la persona está bajo estrés o con crisis de ansiedad o ante un resfriado. Y, por supuesto, al exponerse con frecuencia al agua (generalmente el agua clorada de las piscinas) y a productos muy fuertes que irritan la piel; o a ciertos tejidos que le impiden transpirar o causan fricción. Una persona con dermatitis atópica generalmente no suele «aguantar» prendas ásperas o más duras, siendo el algodón su mejor aliado.

Combatir a la dermatitis atópica

Diagnóstico

Aunque se puede llegar a necesitar una biopsia de la piel, la mayoría de las veces los síntomas son perceptibles a simple vista y se atienden a ciertos criterios. Se empieza por tener en cuenta la historia clínica (asma, rinitis, dermatitis en la infancia) y familiar; aquí el médico verá si hay antecedentes. El picor constante en el cuerpo o una zona localizada también es un indicador, así como la dermatitis con eccemas y liquenificada.

Se tienen en cuenta los cambios de color de la piel, la IgE (inmunoglobulina E) en la sangre, las infecciones cutáneas como el herpes; inflamación de la boca, intolerancia a ciertas prendas e, incluso a algunos detergentes.

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Los pacientes con dermatitis atópica son más propensos a padecer infecciones por virus, bacterias y hongos. Por ejemplo, verrugas, herpes simples o candidiasis.

La enfermedad no tiene tratamiento, pero sí se pueden paliar los síntomas

Tratamiento

La dermatitis no tiene un tratamiento específico ni existe manera de prevenirla. Lo que sí se puede hacer es aliviar síntomas y reducir las probabilidades de brotes severos. Ya te hemos mencionado los factores que agravan a la dermatitis atópica, lo lógico es intentar evitarlos a toda costa cambiando el estilo de vida. Por ejemplo, no exponiéndose al frío y calor extremo ni a los climas muy secos. Mantener la casa (principalmente la habitación donde se duerme) libre de polvo, ácaros y demás irritantes. Y, de ser posible, humidificar las habitaciones.

Utilizar productos de belleza adecuados (jabones, champús, cremas hidratantes, etcétera) con un pH neutro. En el caso de las cremas hidratantes, estás deben de aplicarse constantemente en el cuerpo, y, de preferencia, deben de ser aceitosas. Y, en el caso de la ducha, nunca agua caliente. Lo idóneo es agua templada o fría y durante cortos períodos de tiempo.

Para los picores los médicos recomiendan antihistamínicos y anti-inflamatorios tópicos, así como corticoides en forma de crema u orales. Recuerda que no debes automedicarte sino acudir a un especialista que prescriba estos tratamientos; los corticoides, por ejemplo, no se recomiendan para un uso prolongado y es mejor dejarlos únicamente para situaciones muy graves.

Si el cuadro de dermatitis no mejora con las cremas y antihistamínicos, los médicos suelen buscar un diagnóstico de alergia de contacto. Es decir, sí, hay una eccema por la dermatitis atópica que se puede agravar por una alergia. Si se elimina esa causa de alergia, el eccema debe mejorar.

Fototerapia

Para los casos más severos de la enfermedad, cuando la dermatitis ya influye en el estado de ánimo de la persona (por las marcas, abundancia de eccemas, etcétera), se recomienda fototerapia. La fototerapia consiste en una exposición directa a los rayos ultravioletas. Los rayos UVA sirven como antiinflamatorios y, en la fototerapia se utilizan combinados con los UVB (en pequeñas dosis).

El tratamiento varía entre 6 y 8 semanas con 20 sesiones. Eso sí, la fototerapia no hará que la dermatitis se vaya para siempre, solo se trata de reducir los síntomas y mejorar la apariencia de la piel. Para la aplicación de estas terapias es imprescindible ir con un experto y no a las famosas cabinas de bronceado. Busca información y consulta con tu dermatólogo.

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