Son muchos los casos que podemos encontrar a nuestro alrededor de personas que sufren cáncer de mama, incluso ser nosotras mismas quienes lo padecemos. Se trata de una enfermedad que asusta, pero que hay que afrontarla con fuerza y con el apoyo de quienes nos rodean. El primer paso es solicitar toda la ayuda que necesitemos, no sentirnos solas y comprender que un punto de apoyo siempre es beneficioso en cualquier situación. Por ello, el tratamiento psicológico y el cáncer de mama suelen ir de la mano.
¿Qué es el cáncer de mama?
El cáncer es la proliferación de células malignas o cancerígenas que se multiplican descontroladamente invadiendo tejidos y órganos. En el origen y en la evolución de esta enfermedad influyen numerosos factores. Estos varían dependiendo tanto del tipo tumor como del paciente. Existen dos muy destacados:
Factores de predisposición
Los factores de predisposición son aquellos relacionados con la genética, las mutaciones espontáneas de los genes o la influencia de factores externos.
Factores desencadenantes o mantenedores
Por otro lado encontramos los factores desencadenantes o mantenedores. Estos son, por ejemplo, los malos hábitos y estilos de vida, en los que se incluye el tabaco, el alcohol, la vida sedentaria, la alimentación no equilibrada o la exposición inadecuada al sol. También en este apartado influyen las características de la personalidad, entre las que se encuentran los estilos de afrontamiento o no expresar emociones y el estrés o el no someterse a revisiones médicas.
Tipos de actuación frente al diagnóstico del cáncer
Son dos las reacciones que suelen tener las personas cuando un médico les diagnostica cáncer. A continuación explicamos cada una de ellas.

Estilo de afrontamiento pasivo
En el afrontamiento pasivo la persona normalmente decide, al menos en un primero momento, tirar la toalla y no actuar. También se sentirá completamente indefensa, creerá que no puede y que la situación le supera. Asimismo, se verá débil, que no es capaz, lo que influirá a su vez a la hora de sentir emociones negativas constantes, afectándole tanto física como psicológicamente. De este modo, se puede debilitar el sistema inmunológico, afectando muy negativamente al curso de la enfermedad.
Estilo de afrontamiento activo
En cambio, dentro del estilo de afrontamiento activo, la persona acepta la situación y comienza a buscar soluciones. También es capaz de controlar y manejar las emociones. Sabe que, aunque sienta angustia, lo más positivo es distraerse y continuar viviendo. Es más, se da cuenta también de la importancia de pedir ayuda. Todo lo anterior se debe a que se siente capaz y a que las emociones que más afloran son las de serenidad y esperanza. Con todo, el sistema inmunológico se refuerza y el cuerpo se siente más fuerte.
¿Qué sucede cuando descubrimos que tenemos cáncer?
En primer lugar, lo más probable es que en nuestra cabeza aparezcan pensamientos en los que creamos que todo está perdido y nos preguntemos qué hemos hecho mal y el motivo por el que nos está pasando a nosotros. De esta forma, nuestro cuerpo se activa, aparecen taquicardias, molestias gástricas y cansancio, entre otro tipo de situaciones. Todo lo anterior provoca cambios en nuestra forma de actuar y en nuestras emociones. Por ejemplo, es habitual sentirse más irritable y nervioso, llorar y aislarse de aquello que se tiene alrededor. Asimismo, las dificultades para dormir aumentan.
De este modo, 1 de cada 4 pacientes diagnosticados de cáncer podría desarrollar una depresión. Por todas estas razones, como hemos explicado anteriormente, el tratamiento psicológico y el cáncer de mama suelen ir unidos durante el proceso de la enfermedad.
Obviamente, no podemos modificar el diagnóstico, pero sí podemos elegir cómo llevar la situación: desde el sufrimiento y resignación, o desde la aceptación y la búsqueda de alternativas.
¿Cómo ayuda el tratamiento psicológico durante el cáncer de mama?

El tratamiento psicológico durante el proceso de cáncer de mama nos ofrece técnicas eficaces para el manejo de emociones negativas ante la enfermedad y un afrontamiento más eficaz. Así, nos enseña a mejorar la comunicación entre familiares, personal sanitario y pacientes. Igualmente, favorece la aceptación y la búsqueda de soluciones ante la enfermedad y ante los cambios en la imagen corporal. Por otra parte, ayuda a mantener o recuperar la calidad de vida que haya podido resultar alterada por la enfermedad o el tratamiento.
Recomendaciones psicológicas
En primer lugar, cabe destacar que la detección precoz es importante. Por ello, ante síntomas físicos no habituales o persistentes, es necesario acudir al médico de referencia y seguir sus indicaciones. Llevar una vida saludable es primordial. Para ello, es imprescindible el ejercicio físico, una buena alimentación y un estado de ánimo más positivo, ya que este último fortalecerá el sistema inmune.
Por otra parte, es primordial tener claro que cáncer no es sinónimo de muerte. Ante la enfermedad, si necesitamos información, tan solo deberemos acudir a un especialista, ya que Internet no es el mejor lugar para resolver dudas.
Aunque ya nos hayan diagnosticado la enfermedad, una vida saludable durante el tratamiento nos ayudará a estar más fuertes y nuestro cuerpo se recuperará antes. Asimismo, es vital no dejar que las emociones negativas nos controlen, por lo que debemos aprender a manejarlas. En todos los casos, un buen ajuste emocional favorece un mejor pronóstico.
Pedir ayuda
Pedir ayuda a especialistas, buscar apoyo en familiares y amigos y no sentirnos solos son puntos que no nos debemos saltar. Por supuesto, es normal tener momentos de “bajón”, pero si nos sentimos muy tristes o ansiosos, solicitar ayuda psicológica no es ningún debate, simplemente debemos dar el paso.
Como hemos resaltado antes, no podemos cambiar el diagnóstico, pero sí la actitud con la que llevamos el tratamiento. Por esta razón, está en nuestras manos tener mejor calidad de vida.
Como el tratamiento es un proceso largo, debemos comenzar a cuidarnos desde hoy mismo. Nuestro médico nos aportará una serie de requisitos que debemos cumplir durante el proceso, pero los más básicos podemos hacerlos por nosotros mismos, como comer bien, descansar e intentar seguir una vida normal que nos permita sentirnos fuertes.