Si alguna vez has tenido un mal día en la oficina y te has refugiado en la cinta de correr más cercana, sabes de primera mano que hacer ejercicio puede fácilmente cambiar tu día y volver a ponerte de buen humor. Probablemente, también habrás oído que las endorfinas son la bala mágica detrás de esa felicidad post-entrenamiento. A la gente le gusta tanto esa sensación que «adicto a las endorfinas» se ha convertido en sinónimo de alguien que está constantemente haciendo ejercicio para sentir el subidón. Pero, aunque las endorfinas se llevan todo el mérito por las buenas sensaciones que quedan en tu cuerpo tras hacer ejercicio, lo cierto es que hay mucho más. En este artículo te explicamos qué papel juega esta hormona en el bienestar emocional tras la práctica deportiva y qué más factores influyen.
¿Qué son las endorfinas?
El primer paso para abordar esta cuestión es definir qué son las endorfinas. Cuando tu cuerpo se estresa o experimenta dolor, se producen unos neuroquímicos llamados endorfinas en el hipotálamo y la glándula pituitaria del cerebro para reducir y paliar esta sensación. Las endorfinas, que son estructuralmente similares a la droga morfina, se consideran analgésicos naturales porque activan los receptores de opiáceos en el cerebro que ayudan a minimizar el dolor y las molestias. También pueden ayudar a provocar sentimientos de euforia y bienestar general, ya que están involucradas en los circuitos naturales de recompensa relacionados con actividades como la alimentación, la bebida o la actividad sexual.

Las endorfinas y el deporte
La idea de que el ejercicio provoca un subidón de endorfinas que desemboca en una sensación general de euforia entró en la cultura popular poco después de que se descubrieran las endorfinas hace 40 años. En aquella época, a mediados de la década de 1970, empezaron a popularizarse los maratones, y empezó a aparecer el concepto «subidón del runner»: en lugar de acabar estas carreras exhaustos, los corredores finalizaban llenos de energía y optimismo. Suprimiendo la experiencia del dolor, un número de investigadores plantearon entonces la idea de que las endorfinas podrían ser la fuente de esta sensación eufórica después de un ejercicio intenso. Pero ¿es eso lo que ocurre en realidad?
Los niveles de endorfinas en el plasma sanguíneo
Se ha demostrado que los niveles de endorfinas en el plasma sanguíneo aumentan en respuesta a los factores estresantes y al dolor, según muestran diversas investigaciones. Por ejemplo, un estudio de 2003 encontró que cuanto más severo es el dolor que alguien experimenta después de una cirugía, más altos son los niveles de endorfinas en el plasma sanguíneo. En este sentido, la investigación muestra que el ejercicio puede tener un efecto similar, pero también sugiere que los niveles de endorfinas podrían no aumentar en absoluto hasta una hora después de haber empezado a hacer ejercicio… Lo que no explica por qué esas sesiones de 30 minutos de HIIT te dejan con una sensación increíble justo después de terminar de entrenar.
Entonces, ¿qué pasa? El problema de llegar a la conclusión de que las endorfinas causan ese subidón es que, en estudios a gran escala, los científicos miden las endorfinas presentes en la sangre – no en el cerebro. Por tanto, hacen la suposición de que si los niveles de endorfinas se elevan en la sangre, entonces debe ser debido a un aumento de las endorfinas en el cerebro. Pero sus hallazgos no necesariamente prueban eso. Y son las endorfinas en el cerebro las que causarían ese «aumento»: no hay forma de que puedan provocarlo desde la sangre.
La barrera cerebral
De hecho, un reciente estudio alemán demostró que, mientras que los niveles de endorfinas son más altos después de una carrera, las endorfinas no pueden pasar a través de la barrera hematoencefálica, por lo que no pueden acceder al cerebro y, desde ahí, provocarnos la sensación de felicidad. Lo que sí afecta al cerebro, según los investigadores, es un neurotransmisor llamado anandamida, que se eleva después del ejercicio y puede viajar de la sangre al cerebro.
Aunque ha habido algunos estudios que demuestran que el ejercicio puede llevar a niveles elevados de endorfinas en el plasma sanguíneo, no ha habido hallazgos consistentes que, de hecho, el ejercicio lleve a esa famosa sensación de subidón después de entrenar por culpa de las endorfinas.

¿Qué es entonces lo que provoca la euforia tras el deporte?
Así que si no eres un adicto a las endorfinas, ¿entonces qué eres? Bueno, podrías ser un adicto a la serotonina o a la norepinefrina. Cuando haces ejercicio, tu cerebro aumenta la producción de estos neurotransmisores, que envían mensajes a través de tu sistema nervioso. En el caso del ejercicio, esos mensajes podrían ser algo parecido a: «¡Estás corriendo! Esto es increíble! ¡Anímate!»
Los estudios han vinculado los bajos niveles de serotonina y norepinefrina con la depresión, que es un vínculo mucho más sólido con los sentimientos de euforia post-entrenamiento que el que pueden tener las endorfinas. Y no es sólo que el ejercicio conduce a un aumento de la serotonina y la norepinefrina que puede, a su vez, reducir la depresión y el estrés, sino que el ejercicio de por sí ya puede ayudar a prevenir la depresión y la ansiedad al mejorar la capacidad del cuerpo para responder a los factores de estrés,.
Lo que parece estar sucediendo, por tanto, es que el ejercicio ofrece al cuerpo una oportunidad de mejorar su respuesta al estrés, agilizando la comunicación entre los sistemas implicados en la misma. Cuanto menos activos nos volvemos, menos capacitados estaremos para lidiar con el estrés y la ansiedad de una forma saludable.
Así que, aunque la evidencia científica desmonte el mito de que son las endorfinas lo que provoca el subidón después de hacer ejercicio, sí que se ha demostrado que dicho subidón existe, y que es muy beneficioso para el cuerpo porque ayuda a reducir el estrés y a mejorar la respuesta frente a él. Por tanto, nuestra recomendación es que te sigas ejercitando como siempre para que puedas beneficiarte de esa maravillosa sensación, aunque no sean las endorfinas las que la causen.