El trabajo feminizado, sigue sometido en controvertidos debates. Pues la segregación sexual continúa abriendo la brecha entre las diferencias de género en el modelo laboral. Teniendo como precedente la estructura familiar del patriarcado. Esto condiciona el modelo social de entrada en el mercado de trabajo.
Sus resultados dependen del peso que se le dé al trabajo del hogar y de la necesidad económica. Sin embargo, esta iniciativa se puede ver frustrada debido a la precariedad laboral. Que ralentiza el punto de despegue hacia el mercado de trabajo.
También, aspectos sociológicos estructurales afectan en la segregación sexual de la prestación de servicios. Concretamente en la actividad, y, por lo tanto, en el sector. Trayendo como consecuencia una división sexual encasillada en la estructura laboral.
Por otra parte, el trabajo feminizado, es consecuencia del marco del nuevo contexto político. la introducción de medidas neoliberales. Consistentes en la flexibilidad y la precariedad para hacer frente a la crisis permanente. Junto con la inserción del marco normativo laboral nacional al nuevo panorama competitivo europeo. Se produjo una homogeneización de las medidas de flexibilidad internas. Tales como facilidad de despidos, indemnizaciones precarias o despido express. Todo esto, redujo la protección normativa de la exposición e inserción de la mujer en el mercado. Así como potencia la salida del mismo, de forma rápida y barata.
Las medidas laborales han potenciado la precariedad en el trabajo feminizado
Y por último mencionar, el factor de la movilidad. La migración, y la incorporación en el mercado nacional de mujeres extranjeras. Normalmente procedentes de Latinoamérica. Que ha potenciado la tasa de feminidad del trabajo en el sector servicios. Medidas con objetivos en aras de la flexibilidad normativa y en detrimento de la protección social.
Esto conduce a sectores donde hay mayor índice de trabajo feminizado. Y la reducción de su presencia en otros. En los sectores más ocupados por mujeres se encuentra el cuidado a los servicios de la salud. Tales como enfermeras, personal auxiliar, cuidado de personas mayores, etc. Con un 90 % de índice femenino según datos del Instituto Nacional de Estadística para 2017. Alcanzando el 95 % en otros servicios dedicado a otros cuidados en sentido amplio. Como pueden ser el personal interno, que es contratado por la clase media para realizar trabajos domésticos. Así como cuidados a terceros.
Los agentes sociales heredados han condicionado el trabajo feminizado
Otro de los sectores feminizados es el servicio no cualificado. Tales como comercial, limpieza, atención al cliente, dependienta, etc. En los que no se requiere una especialidad formativa previa. Se tiene más en cuenta la experiencia que la formación. Llegando a alcanzar el 80% según el INE para 2017.
Les sigue las técnicas sanitarias y de apoyo administrativo con un 70% del sector. Y con un 60% del sector que implica connotaciones de actividades diferentes. Como las trabajadoras que prestan sus servicios a salud y enseñanza, contables, oficinistas y ciencias sociales.
También existen sectores donde el trabajo feminizado no existe. Sino más bien, sucede todo lo contrario. Su visibilidad brilla por la ausencia de mujeres. Como son el sector de la construcción, mecánicas, pintoras de brocha, albañiles, carpinteras. Representando un 5 % de las trabajadoras del sector. Y no superando el 20% los técnicos TIC en comunicación, protección y seguridad, o conductoras de transporte. Esto quiere decir, que hay sectores muy masculinizados. Y la ausencia de mujeres, es muy notable.
Refleja también, que hay muy pocas mujeres que estudien carreras técnicas. Como ingeniería, arquitectura, física. Pero sobretodo señala que, la discriminación por género es más latente en estos sectores. Y las barreras para superarlas, requieren de un sistema especial. Tanto de protección a los derechos laborales de las mujeres. Tal y como se ha llevado hasta ahora. Como reactivo, de irrupción sobre estos obstáculos.
En el trabajo feminizado se produce una situación análoga. Ya que el término reactivo se utiliza para impulsar el libre mercado. Y el preventivo para paliar las desigualdades. Sin embargo, si no tuviéramos que protegernos de las desigualdades, no haría falta utilizar la herramienta preventiva. Por lo cual, el panorama político se dirige hacía la descentralización de las medidas de choque obrera. Y la inserción de medidas de fluctuación libre de la empresa. Marcando unos objetivos contrapuestos a la inserción social de calidad ciudadana. Y provocando un perjucio directo en la integridad de la mujer.
Referencias