Películas navideñas: el peligro de las falsas expectativas en el cine

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Las Navidades traen como compañeros inseparables los villancicos, las comidas familiares, las tardes de estufa y manta vegetando frente a ese maravilloso invento llamado televisor… Y las películas navideñas. Desde hace ya varios días (y como cada año) copan la programación títulos como Love Actually, The Holiday, Serendipity, Mientras Dormías, y otros tantos largometrajes románticos que llegarán a nuestras pantallas para «hacernos soñar»  antes de que lleguen los Reyes Magos. Pero ¿es perjudicial para nuestras expectativas en el ámbito emocional esta excesiva exposición a la alegría y el ‘romanticismo’ de las películas navideñas? Lo descubrimos en este artículo.

¿Qué tienen de malo las películas navideñas?

No somos de piedra. Pero puede que sea a raíz de las circunstancias, o simplemente que con los años nos volvemos más sabias: el caso es que ya sabemos que la vida real no es tan bonita como la ficción la pinta. Por ello, en lugar de recibir estos largometrajes con la ilusión de la adolescencia, lo hacemos con escepticismo y cambiamos de canal. Y aparece otra. Y cambiamos de nuevo. Y otra más. Cambiamos otra vez. Dios, cómo se nota que es Navidad. Están por todas partes. Al final, apagamos la tele indignadas porque no hay en la programación ninguna película que no exude purpurina y que por narices nos obligue a emocionarnos y a ser felices en Navidad.

Las falsas expectativas del cine

Las películas navideñas basadas en idílicos romances transmiten una falsa sensación de “relación perfecta” en la que el amor dura para siempre, y nos hacen creer también que existe un alma gemela, que una sola persona concreta es capaz de completar nuestra existencia y que sin ella estaremos vacíos. Esta excesiva exposición a películas románticas desde temprana edad crea en nuestro subconsciente la ilusión de que los hombres son y deben ser como en la gran pantalla. Un hombre-sirviente, un calzonazos romántico que hace tus sueños realidad, que te compra todo lo que quieres y que es como tú quieres que sea, pero a la vez, un machote, un hombre, un tiarrón… Un poco incoherente, ¿no?

Y estas falsas ilusiones no se reducen únicamente a las películas navideñas, sino que se extienden a todos los géneros. Las viejas historias de princesas pretenden hacer pensar a las niñas que necesitan un príncipe azul que las rescate, y que no ‘serán felices ni comerán perdices’ si no lo encuentran. Los “finales felices” en los que los buenos siempre ganan (ya sea el superhéroe de turno, el patito feo en forma de adolescente inseguro que se convierte en el cisne más popular del instituto, la solterona desesperada que acaba encontrando el amor, o el mago/hobbit/sinsajo/ “elegido” que salva al mundo tras una batalla épica) nos hacen soñar que todo es posible con sacrificio, amor y suerte… Pero esto no es un fiel reflejo de lo que pasa en la vida real.

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Películas navideñas el cine y las falsas expectativas

Por eso, cuando nos damos de bruces contra la cruda realidad y descubrimos con dolor que esto no es siempre cierto, somos presa de una frustración que a veces no sabemos manejar. Las películas navideñas son un buen reflejo de la imagen distorsionada que los medios de comunicación han creado acerca de cómo son las relaciones amorosas y del eterno «al final, todo saldrá bien», lo cual puede llevar a un fracaso  tras otro.Por culpa del cine tenemos unas expectativas demasiado altas respecto al amor y al éxito… Porque el cine no es perfecto. Ni nosotros. Ni la vida. Y así es como debe ser.

La cruda realidad

Navidad no es necesariamente sinónimo de felicidad. Es indiscutible que es el tiempo de estar con la familia, de reencontrarse con los expatriados que vuelven como el buen turrón, de ilusionarse, de dar, de creer… De que todo salga bien. Pero, por desgracia, no siempre es así. En la vida, como en el amor, no todos los finales son felices, por mucho que las películas navideñas se empeñen en hacernos pensar lo contrario. Y las dos últimas semanas de cada año también tienen sus luces y sus sombras. Porque puede ser que jamás vuelvas a ver a esa persona con la que hiciste una promesa consagrada al destino, o que no te encuentres a ti misma ni al amor de tu vida después de un largo viaje al otro lado del charco. Puede ser que no acabes besando a la chica, que tus ilusiones se trunquen, que te deje un ser querido. Puede ser que la cena de Nochevieja se vaya a la mierda porque hay que pasarla en el hospital, que nada salga como esperábamos, que las cosas vayan mal… Y no pasa nada.

No siempre hay que tener ganas de sonreír. No siempre hay que creer que triunfará el amor. No todo saldrá bien. Cuanto antes aprendamos esto mejor: creer lo contrario nos hará vulnerables. La vida a veces duele, y no hay nada malo en ello. No es necesario dulcificar la realidad porque el sufrimiento puntual es parte del proceso, y nos ayuda a crecer y a aprender a disfrutar los pequeños momentos de auténtica felicidad. Tener una actitud positiva ante la vida está muy bien, pero hay que ser realistas. Y esto es algo en lo que el cine  falla a veces. Charles Chaplin decía que “lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros”, y no le faltaba razón. Pero una cosa es utilizar el cine como un placer catártico y otra llenarnos la cabeza de pájaros.

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Propósitos de año nuevo: solo te necesitas a ti misma para ser feliz

Si no se acepta que el cine y la televisión son un negocio, que las películas son ficción (aunque puedan ser realistas) y que buscan el entretenimiento de la audiencia, una se puede acabar llevando una decepción tras otra al comprobar que la vida no es como las películas navideñas. Y podemos sentirnos culpables si cada vez que encendemos el televisor comparamos nuestro status vital con el que se supone que que deberíamos tener (según las películas) en función de nuestra edad y género: una carrera, un trabajo, un novio, una familia, una hipoteca, un hijo… Parece que muchas llegamos al final del año tambaleándonos, que nada en nuestra vida es estable y que todo está a punto de saltar por los aires.

Películas navideñas el cine y las falsas expectativas

Pero no es cierto: esa sensación de incertidumbre es porque estamos cogiendo fuerzas e impulso para zambullirnos enérgicos en el año que entra y poder así aguantar bien el tirón hasta que nos toque volver a caer. Por eso, no os sintáis obligadas a sonreír en Navidad. No os dejéis engatusar con el bonito mensaje de que “todo saldrá bien”, no creáis a Hollywood cuando os dice que la vida no merece la pena si vuestras historias de amor o de esfuerzo no tienen un final de película. Porque no importa si eres la única entre tus conocidos que no tiene pareja. No importa si no has encontrado el éxito en tu trabajo. Da igual si has conseguido ambas cosas y aun así te sientes vacía.

No pasa nada si todavía no ha llegado tu “final feliz”. Da igual si nunca llega. A veces el camino consiste en perderse, en verse totalmente hundida para poder reinventarse a una misma… Y qué mejor momento para hacerlo que la entrada del nuevo año que pronto comienza. Si estás perdida, disfrútalo. Tienes pasaporte para equivocarte cuantas veces necesites. Llorar. Cambiar tu punto de vista. Tómate tu tiempo. Suelta el lastre de la frustración, deshazte de las falsas expectativas -propias o ajenas- que hay puestas sobre ti. Deja de ser la espectadora de la película de tu vida: En este año que ahora empieza, comienza a vivirla. Ya sea sola o acompañada, con familia o sin ella, con trabajo o en paro, pasa una Feliz Navidad y un próspero año nuevo… O no. Tú decides.

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