Pasamos mucho tiempo con nuestros hijos. Pero, lo cierto, es que gran parte del tiempo que compartimos con nuestros los niños obedece a nuestras «obligaciones» como madres o padres y no a pasar tiempo de calidad con nuestros hijos.
Así, desde que nacen, dedicamos muchas horas cada día a enseñar a nuestros niños a valerse por si mismos. Todas esas horas que pasamos enseñando a nuestros hijos a comer, a vestirse, a hablar, a contar; son horas preciosas e irrepetibles. Les acompañamos en su camino de descubrimiento. Damos con ellos su primeros pasos y nos dicen las primeras palabras. Todos esos ratos nos ayudan a conocer a nuestros hijos. Lo hacemos con la esperanza de estar dándoles las herramientas que necesitaran para enfrentarse al mundo en el que deben vivir.
Una vez superados los primeros pasos llega el turno del colegio. A partir de este momento, es también el turno de los desayunos eternos, del vístete que llegamos tarde, de los gritos y el estrés. Por las tardes: deberes, extra-escolares y a ver si se entretienen un rato ellos solos… luego el baño, la cena y conseguir que se metan en la cama a una hora decente a ver si sacamos un rato para tumbarnos en el sofá.
La rutina se come el tiempo libre y los momentos de verdad con nuestros hijos se los acaba llevando la nintendo o la TV.
A partir de los 5 o 6 años, nuestro tiempo con nuestros hijos se va limitando a las rutinas de día. Según van creciendo dejamos de formar parte de sus juegos y sus ratos de ocio. Nos convertimos en meros observadores o taxistas. Es cierto que a nosotros nos hace mucha falta que los niños en entretengan solos de tanto en tanto. Necesitamos nuestros ratos de asueto. También es normal que cuando llegan a los 12 o 13 años, no quieran saber nada de sus padres y sus amigos pasen a ser el centro del universo. Bendita adolescencia.
Pero desde que empiezan la primaria hasta el instituto:
¿Cómo hacer para pasar tiempo de calidad con nuestros niños?
Un día nos dimos cuenta de que solo teníamos un puñado momentos de calidad con nuestros hijos cada semana. Nos echamos las manos a la cabeza. No queríamos perder la oportunidad de seguir descubriendo cosas con ellos y queríamos seguir enseñándoles algo más sobre el mundo que les rodea. El objetivo: pasar tiempo de calidad con nuestros niños.
Nos estrujamos la cabeza y encontramos lo que, para nosotros, ha sido la solución perfecta: actividades manuales con nuestros hijos. Bueno, bonito y muy barato.
Desde entonces hemos buceado en internet y agudizado el ingenio para crear diferentes actividades. Con la creatividad y la imaginación como parámetros básicos, encontramos o diseñamos actividades interesantes, divertidas e ingeniosas, que convierten un par de horas en un recuerdo memorable:
- Crear en fieltro sus personajes favoritos.
- Construir casas y coches de cartón para sus muñecos.
- Preparar yincanas en el parque de casa
- Ir al río o al bosque con otros ojos, creando comederos para pájaros, refugios para hormigas o laberintos para lagartijas.
Hemos hecho muchas cosas más. Cada uno de estos ratos, imaginando y construyendo juntos, nos ha brindado la oportunidad de seguir conociendo a nuestros hijos. Seguir transmitiendo los valores en los que creemos y de aprender de ellos y con ellos a solucionar problemas y a buscar nuevos caminos para entender las cosas.
Para nosotros supone un esfuerzo, pero la recompensa es tan evidente que la puedes leer en la cara de tus hijos. Es un esfuerzo que, sin duda, vale la pena. Cuando ves que están disfrutando sabes que ha sido una buena idea.
Se trata de utilizar la imaginación y la creatividad para conectar con tus hijos de otra forma.
En las primeras actividades los niños se muestran, a veces, como fastidiados. Pero cuando empiezas a contar con ellos, cuando empiezan a ver sus primeras obras, cuando empiezan a inventar sus propias historias, entonces es cuando descubren que nada es más divertido y emocionante que nuestra propia capacidad para imaginar y crear.
Para ellos es divertido. Les ayuda a confiar en sí mismos y a creer en sus ideas, a esforzarse para alcanzar sus proyectos. Para nosotros, es la herramienta perfecta para acompañarles en su camino a la adolescencia y darles las referencias que necesitan para madurar y es el medio perfecto para conectar con ellos y pasar tiempo de calidad.
Pero si este tipo de actividades no funcionan con tus hijos, piénsalo. Nadie les conoce como tu. Con imaginación e inspiración, serás capaz de encontrar el nexo perfecto para crear vuestros momentos de memorables.