La época victoriana abarca desde el año 1837 y el 1901, etapa en la que la Reina Victoria gobernó Gran Bretaña y todo su territorio. El que fuese una mujer la que tuviera el poder máximo, en un inicio no supuso que las mujeres adquirieran ciertos derechos que les pertenecían; aunque es verdad que durante esta etapa comenzaron a iniciarse movimientos sociales que acabaron con la consecución de los derechos para las mujeres igualándose a los hombres.
Derechos de la mujer en la época victoriana
Las mujeres que no requerían trabajar para mantener a la familia, se quedaban en casa haciendo las labores domésticas. Por otro lado, los votos matrimoniales les exigían amar, obedecer y ser fiel a su marido, el hombre de la familia. Cuando las mujeres se casaban perdían sus derechos sobre propiedades, salarios o rendimientos de la tierra. El esposo obtenía todo el poder después del matrimonio controlando toda la anatomía de su mujer, debiendo esta entregarse en función de cómo dictaba su marido, además de no poder poner negativa ante un maltrato físico.
Divorciarse era casi imposible ya que este proceso era muy mal visto socialmente y las causas para pedirlo estaban muy restringidas, teniendo que aguantar un control total, crueldad, violencia sexual, además de las limitaciones económicas.
En lo referente a la educación superior, era muy difícil acceder ya que solamente se permitía acceder a las mujeres que quisieran dedicarse a la enseñanza en la Universidad de Queen. Con el tiempo se abrieron centros educativos para las mujeres en muchas regiones de Gran Bretaña. Casi finalizando la era victoriana, muchas mujeres pudieron empezar a trabajar como vendedoras, cajeras, mecanógrafas o cajeras. En la medicina llegaron a ser obstetras o enfermeras.
Las mujeres de clase trabajadora empezaron a desarrollar sus labores en las minas, los niños también, hasta que se promulgó la Ley de Minas de 1848. También trabajaron en el campo como agricultoras hasta que dejaron el campo y comenzaron a entrar en la industria. En el supuesto de embarazo, la mujer trabajaba hasta que iba a dar a luz y volvían al trabajo en cuanto pudieran estar disponibles. Hasta el año 1891 no se promulgó una ley que obligaba a las mujeres con recién nacidos a que disfrutaran de 4 semanas de descanso en el trabajo. Esto apenas se cumplía porque durante esas “vacaciones” no había remuneración y por el dinero, volvían inmediatamente al trabajo. Para impedir que las mujeres se quedaran embarazadas sin estar casadas, se dictó una ley que las obligaba a mantener al hijo nacido de esa relación.