El trabajo remoto es una realidad que parece haber venido para quedarse. Cada vez son más las personas que desempeñan sus funciones laborales a distancia, algo que hace tan solo unas cuantas décadas hubiera parecido inimaginable. Tanto los empleados como las empresas están pudiendo experimentar algunas de las principales ventajas de esta nueva modalidad de trabajo. Las empresas tienen la oportunidad de reducir costes relacionados con la contratación, con los locales, y con los equipos y materiales de oficina. Además, suelen experimentar mejoras en la productividad, y pueden ser más selectivos a lo hora de contratar, porque tienen acceso a una cantidad de candidatos que ya no está limitada a cuestiones geográficas. En cuanto a los trabajadores, los beneficios también son múltiples. Los que más llaman la atención son aquellos relacionados con la mayor libertad y flexibilidad que puede proporcionar el teletrabajo, con la mayor capacidad de conciliación entre vida personal y laboral, o la mayor autonomía a la hora de llevar a cabo las tareas. Sin embargo, trabajar de forma remota puede suponer también a veces un auténtico reto, sobre todo si nos estamos iniciando en esta modalidad y aún no tenemos experiencia con las dinámicas propias de trabajo remoto. En este artículo haremos un pequeño repaso por las cuestiones a tener en cuenta para facilitar ese periodo de transición y daremos una serie de consejos que nos ayudarán a trabajar de forma remota sin tantos quebraderos de cabeza.
Antes hemos dicho que una de las principales ventajas que pueden experimentar las personas que trabajan en remoto es la mayor capacidad de conciliación entre vida personal y familiar, y vida laboral. Si bien esto es cierto si conseguimos relacionarnos con el teletrabajo de forma adecuada, también es cierto que puede ocurrir exactamente lo contrario. De hecho, muchos teletrabajadores se quejan precisamente de la dificultad para desconectar tras su jornada laboral porque, a diferencia de lo que ocurre cuando se trabaja en una oficina física, el trabajador remoto puede llevarse el puesto de trabajo prácticamente allá a donde vaya. Este es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan los trabajadores remotos; el ser capaces de trabajar cuando es el momento de trabajar —y hacerlo sin distracciones y sin pérdidas de productividad—, y de desconectar del trabajo cuando acabamos nuestra jornada o nuestras tareas diarias.
El reto es doble porque, por un lado, las distracciones que pueden surgir trabajando desde casa, desde una cafetería o incluso desde otros espacios habilitados a tal efecto, pueden ser mayores que las que encontramos trabajando desde una oficina. Es importante, por ello, asegurarnos de encontrar un lugar idóneo para trabajar cuando iniciamos nuestra andadura como teletrabajadores. Cada persona es distinta y debe encontrar su equilibrio, pero, por lo general, es recomendable tratar de buscar lugares bien iluminados, calefactados y ventilados, donde podamos aislarnos del ruido si es necesario, donde tengamos (por supuesto) una buena conexión a la red, a ser posible usando una buena VPN, como ExpressVPN, y donde contemos con todas las herramientas necesarias para realizar nuestras tareas. Por lo general suele ser recomendable que ese lugar sea el mismo todos los días, y, a ser posible, que sea un lugar distinto al ambiente en el que descansamos, desconectamos y dormimos. Los espacios de coworking son una buena alternativa en este sentido, ya que, además, nos permite solventar otro de los grandes desafíos del trabajo remoto: el de la socialización. En los espacios de coworking encontraremos un espacio independiente, diseñado para cubrir todas las necesidades de los profesionales de este tipo, y que nos permite estar en contacto con otras personas como nosotros. Sin embargo, si preferimos trabajar desde casa preparando un espacio personal especialmente pensado para la tarea, también está bien. Lo importante aquí es sentirse cómodo y poder concentrarse.
Contar con un espacio que se adecue a nuestras necesidades de trabajo y nos ayude a ser productivos, nos ayudará también con la otra cara del desafío: el ser capaz de desconectar cuando terminamos nuestra jornada. Esto es igual de importante que ser productivo, porque si no somos capaces de evadirnos del trabajo, nos pasará factura mental y anímicamente, lo que repercutirá, a su vez, en nuestra productividad futura. Para lograrlo es indispensable organizarse: saber qué tareas debemos cubrir un día concreto, planificar el desarrollo de la jornada y establecer límites a nuestras capacidades diarias. La incorporación de avisos, alarmas u otras medidas de control en este sentido pueden ser útiles. Pero, sobre todo, debemos ser disciplinados a la hora de respetar nuestro descanso, porque es necesario para que podamos mantener un buen rendimiento laboral. El ejercicio, pasar tiempo al aire libre o en la naturaleza, y relacionarse con personas y entornos distintos a los que pasamos la mayor parte de nuestras jornadas laborales son medidas sencillas y útiles para alcanzar esos objetivos de desconexión tan necesarios.