Sólo mujeres perfectas para una sociedad pensada por y para la competitividad. Tenemos que ser buenas en nuestro trabajo, profesionales competentes. Por supuesto, tenemos que ser buenas madres o buenas hijas o ambas cosas. Claro está, hay que ser una gran compañera, en la vida y en la cama. Y si esto no fuera suficiente presión, además tenemos que ser bonitas. Tenemos que estar perfectas.
Esta claro que estamos sometidas a una presión enorme. En relación con el trabajo, la pareja y la familia; pero todas estas cuestiones implican la participación de terceras personas. Nuestros compañeros e incluso, a veces el jefe o jefa, nuestra pareja y nuestros padres o niños, son un aliciente para ayudarnos a soportar la presión. No estamos solos.
Pero en relación a la necesidad de ser mujeres perfectas, ahí estamos solas y desnudas ante el espejo
Las mujeres del Siglo XXI estamos sometidas a una doble presión. Por un lado está la presión social, ese canon de belleza imposible de mujeres perfectas luciendo vestidos de miles de euros, que nos muestran en la televisión y en las películas.
Por otro lado, esta nuestra propia presión. La que ejercemos nosotras mismas al mirarnos cada día al espejo centrando el foco en aquello que no nos gusta. Esos rasgos de nuestro cuerpo que tratamos de ocultar o disimular, esos que nos gustaría que desaparecieran.
Esta doble presión nos obliga, en cierta forma, a preocuparnos de estar lo más bonitas que podemos estar. Cada una en la medida de sus posibilidades físicas y, claro está, económicas, se esfuerza por lucir perfecta o acercarse a ello. Pero esta obligación que mitad nos imponen, mitad nos auto-imponemos, añade un extra de presión importante a nuestro día a día.
Esta presión no es ningún juego. Hay mujeres que pasan media vida a régimen. Que no son capaces de disfrutar de una buena comida. Hay quienes sufren en el gimnasio, para ellas el gimnasio no es un placer, un lugar donde descargar estrés. Para ellas es un infierno al que deben someterse un par de veces en semana, o más, para estar guapas, para ser mujeres perfectas. Hay quienes se someten a cirugías voluntarias para «corregir» su cuerpo. Hay mujeres perfectas a las que la perfección les cuesta la salud.
Sería mucho más sencillo aceptar que las mujeres perfectas, como los hombres perfectos, no existen
No hay personas perfectas. Todos tenemos nuestros defectos. Todos tenemos, por dentro y por fuera, algunas imperfecciones. Estos defectos son nuestros, únicos y personales. Estas imperfecciones nos hacen diferentes y un tanto especiales. Si lo piensas, si todos fuéramos perfectos, también seríamos todos iguales. La perfección es uniforme y la uniformidad es, a la larga, aburrida.
Es mucho más fácil leer o escribir estas palabras, que recordar su significado cuando estamos solas ante el espejo. Cuando vemos celulitis, pechos atraídos por la gravedad, estrías, bolsas bajo los ojos, michelines… ese debe ser el momento de sonreír ante nuestra imagen imperfecta.
Esa mujer que nos mira desde el espejo esta dispuesta a aceptarse tal y como es. Si cuando la miramos en lugar de ojos críticos y exigentes, utilizamos nuestra mirada más comprensiva. Podemos fijarnos en su sonrisa o tal vez en la expresión de su rostro. Podemos no ver las arrugas alrededor de sus ojos si fijamos la vista en su mirada.
Con la misma facilidad que escrutamos nuestro cuerpo en busca de cosas que corregir, podemos observarnos en busca de nuestras cualidades, de aquello que nos gusta de nosotras mismas.
Es cierto que durante los últimos 20 años se ha incrementado de forma exponencial la presión a los hombres. Ahora es normal que compren cremas, que se preocupen de la moda, de los michelines y del corte de pelo. Algunas personas entienden este cambio como un paso hacia la igualdad. Pero ¿de verdad este es el tipo de igualdad que queremos? Quizá sería mas sensato que, en vez de ir ambos sexos en busca de una perfección imposible, aceptáramos juntos la diversidad de nuestros cuerpos, sus imperfecciones y , sobre todo, la verdad universal que señala que la belleza de una persona esta en el interior.